Silencio (Silence).
Martin Scorsese es uno de mis directores favoritos. Un
titán del Séptimo Arte con una filmografía sencillamente impresionante que
incluye obras maestras como “Taxi Driver”, “El Toro Salvaje”, “Buenos
Muchachos” y títulos impecables de épocas más recientes como “Los Infiltrados”,
“El Lobo de Wall Street” y la hermosa carta de amor al cine “Hugo”. También
merecen mención trabajos más experimentales como las excelentes “After Hours”,
y “El Rey de La Comedia”, o la, en su momento controversial, interpretación de
la vida de Jesús “La Última Tentación de Jesucristo”.
Por todo lo anterior es imposible, por lo menos para
mí, no sentirse atraído y entusiasmado cuando en las salas de cine se estrena
una nueva obra de este maestro. Con ese entusiasmo y altas expectativas me
dispuse a ver “Silencio”, película que Scorsese había querido hacer desde hace
aproximadamente 30 años. En esta oportunidad el realizador se vuelve a
introducir en el mundo de la Religión y el cuestionamiento de la Fe.
La película, ambientada en el Siglo XVII, cuenta la
historia de los sacerdotes Rodríguez (Andrew Garfield), y Garupe (Adam Driver)
que viajan a Japón para encontrar a su mentor, el padre Ferreira (Liam Neeson),
quien ha desaparecido y del cual corren rumores de abandono de su fe
católica y negación de la figura de Dios.
Ya en Japón los sacerdotes, además de buscar a Ferreira, se dedican a
evangelizar pequeñas aldeas de campesinos. En este proceso ambos religiosos, y
sus feligreses locales, son víctimas de
una brutal persecución por parte de las autoridades niponas que tratan de
evitar, a toda costa, el florecimiento del catolicismo en una tierra budista.
Sin duda este es un relato interesante y sumamente
ambicioso. A través del personaje de Rodríguez la película hace reflexionar sobre
hasta dónde puede llegar la fe (de la índole que sea) cuando es atacada por
medio de la tortura física y psicológica y como esta, a veces ciega, fe puede
conducir a finales trágicos. Hay muchas preguntas que se generan en esta
historia y cada quien puede contestarlas, o dejar de hacerlo, de acuerdo a sus
propias interpretaciones o maneras de pensar.
Tal vez la principal virtud de la
obra sea esa: Invitar a la reflexión, alborotar las ideas que tenemos sobre la
fe en sus distintos matices, y enfrentar puntos de vista de manera constructiva
(preferiblemente).
Ahora, desde el punto narrativo, no creo que estamos
en presencia de una película totalmente lograda. La primera hora y media es
sólida y mantiene el interés con pasajes poderosos y bien actuados, pero
después de transcurrido ese tiempo el ritmo se debilita y lo que se plasma en
pantalla comienza a sentirse pesado, reiterativo, y en momentos bastante frio.
Todo empieza perder el impacto y la intensidad inicial.
Los actores japoneses realizan una labor muy eficaz y uniforme.
Neeson, en sus pocas escenas, está muy bien como Ferreira. Adam Driver, como
Garupe, se maneja de manera correcta pero no termina de brillar porque el guion
no desarrolla de manera redonda su personaje. Garfield, como Rodríguez (el
principal protagonista), recorre un camino irregular. El actor tiene momentos
de notoria entrega a su personaje, pero la misma no está presente en todas sus
escenas. En algunas secuencias finales, particularmente en las que su personaje
por fin se ve cara a cara con Ferreira, su trabajo no termina de convencer.
Después de verlo recientemente en su muy destacada interpretación en “Hasta el
Último Hombre” su intervención aquí luce menor.
“Silencio” es una obra compleja que seguramente
representó un reto para Scorsese y compañía. La pieza posee varios momentos de la lucidez visual e
intelectual a los que nos tiene acostumbrados el experimentado artista. Sin embargo, estos
momentos no terminan de sumar como para resultar en una gran película. En esta
ocasión el célebre Marty, en mi opinión, se quedó un poco corto. Aun dicho
esto, “Silencio” no deja de ser un esfuerzo loable de un cineasta como pocos.
Ramiro Cardozo B.-