El Faro (The Lighthouse)
Un veterano farero (Willem Dafoe) y su joven ayudante (Robert Pattinson) deben mantener el correcto funcionamiento de un Faro en un pequeño islote de Nueva Inglaterra en el siglo XIX. Su convivencia, que desde el principio es problemática, está pautada por unas pocas semanas para luego regresar a tierra firme. Esta es una descripción sencilla de los personajes que habitan y el escenario donde se desarrolla “El Faro”, segundo largometraje de Robert Eggers (“La Bruja” es el primero). Es evidente que el director siente una fuerte atracción por las historias de folklore antiguo con elementos de horror y su particular visión artística es de admirar.
El relato tiene como base un
caso real de dos fareros galeses, ocurrido en 1801, donde uno murió y el otro
prácticamente se volvió loco. Cabe aclarar que la película no es una recreación
de este evento histórico. Eggers lo utiliza como inspiración para crear un
cuento bizarro de terror psicológico donde habla de las consecuencias del
aislamiento, la desconexión con la realidad, demonios internos, y otras
oscuridades. Para desarrollar estos temas el realizador se apoya en una magnifica
cinematografía en blanco y negro a cargo de Jarin Blaschke que evoca la
estética de películas del expresionismo alemán como “Nosferatu” de F.W. Murnau
(1922), “El Gabinete del Dr. Caligari” de Robert Wiene (1920), o “Metrópolis”
de Fritz Lang (1927).
La interacción de los dos
protagonistas es tensa, incomoda, y combativa. Los únicos momentos de frágil paz
aparecen cuando se encuentran en estado de ebriedad. La incomunicación con el
resto del mundo, y la poca afinidad de personalidades, poco a poco van
quebrando sus espíritus. El personaje más afectado internamente es el
interpretado por Pattinson. Este joven parece estar marcado por un secreto del
pasado y su incomoda estadía en un ambiente desolado hace que mantener su
cordura sea prácticamente imposible. Llega un momento en la película en que se
confunde lo que es realidad y lo que es producto del desquicio emocional de
este inexperto individuo.
La obra está plagada de
símbolos mitológicos, supersticiones, decadencia, y una visión bastante sombría
sobre las relaciones humanas. También hay unos toques de homoerotismo y un
humor negro que aparece en momentos inesperados. Eggers meticulosamente estudió
documentos, incluyendo cartas reales de fareros del siglo XIX, para que la
forma de hablar de sus personajes fuera fiel a la utilizada en la época que
recrea. Esto aumenta el misticismo, el misterio, y la rareza, de todo lo que
vemos plasmado en pantalla.
Después de hacerse famoso
interpretando a un soso vampiro en la saga “Twilight” Robert Pattinson lleva
unos años escogiendo proyectos de mucha mayor exigencia (“Good Time” de los
hermanos Safdie es un ejemplo) demostrando que tiene el talento y
profesionalismo para sacarlos adelante. Aquí nos regala lo que es, hasta ahora,
el mejor trabajo de su carrera. ¿Y qué decir de Willem Dafoe? Este tipo es
sencillamente un monstruo de la interpretación. Hay una escena donde brinda un
monologo larguísimo con una intensidad impresionante y sostenida. Y lo hace a
través de un inglés antiguo que requiere tonalidad e inflexiones muy distintas
al lenguaje coloquial actual. Al ver la maestría y los recursos que utiliza en
la mencionada escena (y en el resto de la película) es imposible pensar que
alguien más pudiera haberlo hecho mejor. No hay duda que el talento de Dafoe es
reconocido mundialmente, pero creo que el actor es subvalorado en las
premiaciones que congregan mas espectadores. Esto es especialmente notable en
los premios de la Academia donde fue criminalmente excluido de las nominaciones
este año. En ediciones anteriores ha estado nominado, pero son otros los que se
han llevado la estatuilla a casa (en ocasiones por trabajos de menor calidad).
Pero bueno, creo que hay que pensar que artistas de este calibre están por
encima de estas premiaciones.
“El Faro” es una obra
extraña, en momentos grotesca, y no para todos los gustos. Pero, en mi opinión,
toma riesgos llenos de inspiración artística (detrás y delante de las cámaras)
y propone una perspectiva poco común en el cine de hoy. Y esto se agradece un montón.
Ramiro
Cardozo B.-
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