Wednesday, February 08, 2017

Manchester junto al Mar (Manchester By The Sea).


Muchas películas que hablan sobre el dolor de la pérdida de un ser querido, o la manera en que determinados individuos lidian con situaciones trágicas, suelen coquetear con la cursilería, ser extremadamente melodramáticas, o simplemente artificiales. Este no es el caso de “Manchester junto al Mar”.

El director y guionista Kenneth Lonergan nos ofrece un drama que se siente tan real, desde el punto de vista emotivo, que por momentos es difícil y doloroso de ver.

El filme nos introduce en la vida de Lee Chandler (Casey Affleck) un ser solitario que trabaja como conserje en un conjunto de edificios en Boston, y que debe viajar a su ciudad natal cuando es informado que su hermano Joe (Kyle Chandler) ha fallecido. Una vez allí se entera que Joe, en su testamento, ha dispuesto que él sea el tutor legal de su hijo adolescente Patrick (Lucas Hedges).

Lo descrito en el párrafo anterior es solo el comienzo de “Manchester junto al Mar”. La historia se adentra en el alma lastimada de un hombre que, además de verse obligado a cuidar de su sobrino, debe enfrentarse a las realidades de un pasado que comienza a revelarse a medida que avanzan los minutos.

Creo que esta película puede definirse como una disección del dolor que puede sentir un ser humano al vivir situaciones irreversibles. La dirección y el guion de Lonergan son impecables. La historia se desarrolla pausadamente y con mucha atención a los detalles, lo que permite que realmente nos adentremos en las emociones, o falta de ellas, del protagonista y los demás personajes que giran a su alrededor.

El reparto es irreprochable. El joven Lucas Hedges, como Patrick, transmite la frustración, desorientación, terquedad, e incertidumbre de un adolescente que pierde la estabilidad que representaba su padre. Michelle Williams, como figura fundamental en el pasado de Lee, tiene una corta pero encomiable participación. Y Casey Affleck está perfecto en el papel de Lee. El actor ofrece un retrato conmovedor de una persona muerta en vida que debe sacudir su espíritu vacío para tratar de cumplir con la voluntad de su hermano recién fallecido. Una interpretación memorable.

Vale la pena advertir que esta no es una obra complaciente. Lonergan y compañía no siguen las formulas preestablecidas que Hollywood suele utilizar en este tipo de historias. No hay redenciones grandilocuentes, recuperaciones milagrosas, ni un final donde todos son felices para siempre. La trayectoria emocional del protagonista, consigo mismo y con los demás, es pausada y orgánica. Si podemos ver cambios y signos de sanación, pero los mismos son muy sutiles y no están destinados para alegrar a la audiencia. Todos los caminos escogidos por el director tienen como destino construir un relato real y coherente que nunca traiciona a sus protagonistas.

Para aquellos espectadores que buscan relatos reales y honestos sobre el comportamiento humano, por duros que sean, este es un título imperdible.


Ramiro Cardozo B.-