La Virgen de Los Sicarios
La Virgen de los Sicarios podría definirse como un retrato, contundente y brutal, de la violenta realidad colombiana desarrollada en una de sus más peligrosas y contrastantes ciudades: Medellín.
Basada en la novela homónima de Fernando Vallejo y adaptada a la pantalla por el mismo autor, esta película, impecablemente dirigida por Barbet Schroeder, es una muestra de cine valiente y reflexivo que prohíbe la indiferencia colocándonos frente a frente con realidades poco amables, pero realidades al fin.
Ese Medellín violento, implacable, y anárquico se nos presenta a través de la historia de Fernando (German Jaramillo), un homosexual culto y entrado en años que establece una relación sexual y emocional poco común con un delincuente juvenil llamado Alexis (Anderson Ballesteros).
Uno de los aspectos más resaltantes de esta obra es la meticulosa elaboración del personaje central, Fernando, que es presentado como un hombre mordaz, con un profundo desprecio por los valores morales tradicionales, agudo e incisivo en sus apreciaciones sobre la hipocresía social y religiosa, y con un desapego casi total a la vida que solo es amansado por su atracción hacia los jóvenes de su mismo sexo.
Habría sido muy fácil dibujar a Fernando como un monstruo, un ser amoral que se pierde en sus perversiones, pero los realizadores de esta cinta eligen mostrarlo como un ser humano complejo, con indudables fallas y ambigüedades morales, agobiado por un mundo al que odia y ama al mismo tiempo, que se mueve fuera de los limites de lo aceptable, y que sin embargo resulta ser más racional que la mayoría de los personajes que comparten su entorno. Ese entorno demente y fuera de control donde la vida humana vale menos que nada.
Un film duro y difícil, que disgustará a algunos, pero cautivará a aquellos espectadores que no le huyan a la realidad y aprecien la combinación de agallas y buen oficio cinematográfico.
Ramiro Cardozo B.-
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